jueves, 31 de marzo de 2011

EFECTO PLACEBO: EL PODER CURATIVO DE LA FE


Las primeras manifestaciones de actos realizados por seres humanos con la finalidad de curar enfermedades datan de hace más de 50.000 años. Tenían un carácter mágico-religioso y solían estar a cargo de personajes destacados de las tribus (chamanes, brujos, magos etc.). Aún hoy podemos verlos en las culturas más primitivas que sobreviven en nuestro tiempo.

Por otro lado, las primeras patentes de medicamentos fueron registradas en el siglo XIX. Durante estos 500 siglos, los seres humanos obviamente enfermaban, prácticamente con las mismas enfermedades que sufrimos hoy día y muchos de ellos también sanaban y sobrevivían achacando la responsabilidad de su curación a actuaciones que hoy día sabemos científicamente que por si mismas no tienen ningún poder curativo demostrable.

Entonces, ¿cuál era la causa de su recuperación tras dichas intervenciones?: la fe en que ésta se iba a producir.

La ciencia médica actual corrobora esta afirmación de una forma objetiva y denomina a este fenómeno “efecto placebo”.

El vocablo placebo procede de la palabra “placere”, que significa complacer y su futuro imperfecto del indicativo "placebo", que significa “yo complazco”. Es decir que cualquier acto o sustancia que se ofrece al paciente con el fin de complacer su deseo de recibir algo que le sane.

En 1785 se definió por primera vez en un diccionario médico: como "medica­mento simulado, inerte e inofensivo” .En 1811, el Hoover’s Medical dictionary, lo definió como “ calificativo dado a toda medicación prescrita mas para agradar al paciente que para serle útil”.
En estas y muchas otras definiciones antiguas, vemos que no le reconocen al placebo actividad alguna sobre la salud del paciente que lo recibe.
Actualmente, la definición más aceptada es la de: “sustancia o maniobra realizada para influir en la fisiología del paciente de forma que favorezca la evolución de la enfermedad”

El efecto placebo se puede obtener de diferentes formas.
En primer lugar el placebo farmacológico, que puede ser puro, es decir, sin ninguna actividad biológica (una cápsula llena de azúcar) o impuro, es decir una sustancia que tiene una actividad determinada, pero que no está relacionada con la que buscamos en el paciente (dar un complejo vitamínico para curar una depresión).
Otra forma puede ser un placebo físico, que sería cualquier actuación o maniobra que realizamos en el paciente (como acariciar el abdomen a un niño para curarle el “dolor de barriga”). Y por ultimo también puede hablarse de un placebo psicológico como el hecho de que una conversación amable con un médico atento hace sentir al paciente una mejoría ya antes de tomarse la medicación.

Para entender como funciona éste fenómeno, hemos de saber que el cerebro humano es el órgano que, a parte de las llamadas funciones superiores” como pensar, sentir y recordar, también es el encargado de coordinar, a través del sistemas nervioso y hormonal las funciones de todos los sistemas corporales.

Así, el cerebro recibe una serie de estímulos sensoriales, es decir la información que recogen los órganos de los sentidos, los procesa y como consecuencia de este proceso, envía señales a través del sistema hormonal y nervioso hacia todos los sistemas corporales produciendo cambios en éstos que influirán sobre su función.

El resultado final de esta influencia, dependerá básicamente de las expectativas del paciente sobre la información que recibe. Hay que señalar, que igual que existe un efecto placebo que mejora el estado del paciente, también existe el efecto contrario llamado efecto nocebo (del latin “nocere” que significa perjudicar”). Así si el paciente recibe un fármaco y está convencido de que le sentará mal por que se lo ha dicho un amigo que lo tomo una vez o por que ha leído el prospecto y se ha fijado en los múltiples efectos secundarios que menciona, es muy probable que le produzca un efecto negativo. Si por el contrario le han hablado maravillas del  fármaco o sustancia y la toma convencido de su poder curativo, probablemente mejorará.

Este hecho es tan importante en la investigación farmacológica, que todos los ensayos que se realicen sobre nuevos medicamentos, deben obligatoriamente haber realizado lo que se denomina “ensayo a doble ciego” y que consiste en dar a un grupo de pacientes voluntarios el fármaco a investigar y a otro grupo llamado “control” un medicamento que sea en todo idéntico al anterior pero que no tenga ningún efecto real. Después se valoran los resultados en cada grupo y se comparan. Si el grupo control, que solo ha recibido placebo, mejora por encima de ciertos valores estadísticos se dice que el efecto farmacológico de esa sustancia no es estadísticamente significativa y se desecha como medicamento.

Hay un dato que demuestra que la expectativa del paciente es fundamental en este efecto, y es que los experimentos con placebo solo funcionan en seres humanos y no en los animales ya que a éstos no podemos hacerles entender que tal sustancia les va a mejorar.

Por otro lado los experimentos con placebo son reproducibles, mensurables y predecibles y por tanto son científicos.

En relación con esto, existe una rama de la medicina llamada psico-neuro-endocrino-inmunología que cada vez tiene mayor importancia en la ciencia médica y que estudia como el cerebro, es capaz de alterar positiva o negativamente la actividad del sistema inmunológico, es decir las llamadas “defensas del cuerpo”. El cerebro de una persona animada y contenta por que está convencida de que un tratamiento le va a ayudar, produciría unas sustancias químicas determinadas que a través de la sangre, actuaría sobre las células encargadas de destruir a los virus y bacterias invasoras (también a las células cancerígenas), mejorando su actividad. En caso de que ese cerebro esté desanimado y sin esperanza, no produciría esas sustancias y sus defensas funcionarían peor, resultando una evolución desfavorable de la enfermedad.

Este fenómeno explica como muchas de las llamadas “paramedicinas”, es decir cualquier actuación que se realiza sobre un paciente con fines terapéuticos pero cuyo mecanismo de acción no es demostrable, puede realmente conseguir una mejoría objetiva e incluso la curación de una enfermedad.

En este sentido podemos incluir desde el curandero que con un ritual nos hace desaparecer unas verrugas hasta las curaciones “milagrosas” de un paciente con cáncer que acude con enorme fe y devoción al Santuario de La virgen de Lourdes.

También es probable que las medicinas llamadas alternativas como la acupuntura, la homeopatía y la naturopatía, con un fundamento más científico que las anteriores, basen una gran parte de su incuestionable eficacia en el efecto placebo.

En la historia reciente de la medicina, han surgido frecuentes debates sobre si la utilización del placebo es ética o es una forma de “engañar” al paciente.

En este sentido quiero recordar que existe una máxima en medicina que reza lo siguiente “primum non nocere” y que significa que cualquier fármaco o maniobra terapéutica, debe cumplir, como mínimo, el requisito de no perjudicar al paciente. Si además le beneficia, mejor. Asi pues queda completamente justificada la utilización de un placebo cuando no tenemos nada que realmente sea eficaz para esa dolencia en particular. Además, aunque dispongamos de armas terapéuticas eficaces, si el médico es capaz de utilizarlas con maestría se gana la confianza del paciente y le aumenta su esperanza de curación, con lo que sin duda el resultado final será mucho mas favorable y en definitiva se beneficia al paciente.

A continuación, quiero transcribir la opinión que al respecto han manifestado algunos autores de reconocido prestigio

F. García Alonso, farmacólogo (Centro Nacional de Farmacobiología):
 “muchos los médicos modernos ignoran la eficacia del efecto placebo, que debe administrarse en sus justos términos. Por el contrario, los practicantes de muchas técnicas alternativas lo convierten en la materia prima de terapéuticas no contrastadas".

Dr. Miquel Bruguera, presidente del Col.legi Oficial de Metges de Barcelona:
"los médicos utilizamos constantemente productos que no tienen ninguna actividad farmacológica, pero que en cambio benefician a los enfermos, por tanto hay que reivindicar la utilización del efecto placebo como integrante del arsenal curativo en medicina ".

Sigmund Freud (extractos de la conferencia que pronunció en el Colegio de Médicos de Viena en 1904):
....”la medicina oficial, no explica ni deja explicar, se aferra a la ignorancia de todo saber que ella no produce y puede cuestionar sus concepciones biologistas”......

........“La sugestión involucra fenómenos psíquicos tanto como fisiológicos”...........
.........."sin que el médico se lo proponga, a todo tratamiento por él iniciado se agrega en acto, favoreciéndolo casi siempre, pero también, a veces, contrariándolo, un factor dependiente de la disposición psíquica del enfermo"...................................................
……“Según un dicho muy antiguo, lo que cura estas enfermedades no es la medicina, sino la personalidad del médico, en cuanto él mismo ejerce, por medio de ella, un influjo psíquico”…................................
……“el poder que permite a un médico influir sobre el paciente se debe a su capacidad de inducirle el estado anímico más favorable para la curación, poder que deriva directamente del lugar que ocupa en la relación con el paciente, de ahí la importancia de la libre elección del médico”….


Personalmente suscribo todas estas opiniones y opino que no solo está plenamente justificado la correcta utilización del efecto placebo en medicina, sino que creo firmemente que todos los médicos, sean de la especialidad que sean, y todos los profesionales de la sanidad, deberían formarse en su adecuada utilización. En definitiva es la parte mas humana de la ciencia médica y podemos aseverar que "el placebo es el médico que reside en nuestro interior”.

Dr. Antonio García – Castrillón Sales
Médico especialista en psiquiatría y psicoterapeuta

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